Réquiem por tu nombre
Me duele la piel de saber que tus ojos solo miran mi cuerpo, entonces
quisiera que fuera de bronce y plata pero el mío es una pieza de exhibición que
nunca se vende, y ahora aquí en este desván los espejos queman mis ojos y las
miradas llagan mi piel.
Aquí en este armario, la obscuridad solo me deja verme a mí, y todo lo
que veo son días que ya no están, fantasmas que, hambrientos le piden más a mi
memoria, hasta que prisionera confunde los días y acaba contando historias que
solo ella conoce, que no pasaron, pero que alivian el dolor.
Si me oyes decir que me amaste no hagas caso, tan solo déjame beber de
las dulces mentiras que manan de mi corazón, y si las calles delatan tus pasos,
no te ocultes que mi alma es ciega y solo ve lo que le dicta mi memoria.
Así que ya ves, no necesitas torturarme, tus miradas iniciaron el fuego,
pero solo mi necedad sopló las brasas; tu cuerpo puso la leña pero fui yo quien
la aventó a la hoguera, donde poco a poco se quema mi nombre. Algún día, con
algo de suerte y quizá hasta yo lo olvide.
Voy a sentarme aquí, a ver arder ese sueño que hoy ya es un recuerdo;
voy a cambiarle el nombre en mi corazón para que las cenizas me calienten un
poco, también voy a inventar una canción, una que refresque mis ojos con esa
lluvia que a veces en silencio, inunda mi ser.